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Mostrando entradas de octubre, 2007

Abrigo contra la tristeza

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Maquillaje de momentos vestido de los instantes máscaras son importantes de sutura a los lamentos... Tozudos y comediantes, muecas y gestos libertos calor en brazos abiertos sonrisas que van por delante Fino satén del silencio el rostro amable del arte.

Inspiración

La frente en la mano, mente derrotada Mi pluma que gira en la diestra pegada Navego en el limbo de musas y hadas Buscando la senda, la voz que se calla. Nieblas y brumas me envuelven y abrazan Cegando al Ulises que busca en el mapa El grito cerrado del alma ultrajada La regla, la rima, la frase acertada. En la mesa el papel, doncella entregada Esperando el cincel, la caricia velada, Y tu ¿Dónde estás campanilla del alma? No logro notar tu perfume de malvas. Rendido y hastiado en las luces del alba Me asomo a la trémula luz de las casas De pronto tu aliento susurra en mi espalda Palabras de tela de araña doradas. Me siento de nuevo y recojo la espada Que muestra con tinta su sangre escarchada Y hundiendo su filo en la página blanca Suturo mi alma con tiernas palabras.

"Del salón, en el ángulo oscuro..."

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Campea a sus anchas el trasiego de la gran ciudad. Navego entre los cuerpos que se empujan, anónimos, grises, por esta acera sin nombre. El viento agita sin ganas unas hojas minúsculas, secas. Quiero levantarme los párpados, quitarme el color sepia del alma con una taza de café. Calor rancio y frío a ras de suelo. El tañir de las tazas que tocan a muerto. En la esquina, un maniquí remendado, y una mano de sarmiento que abraza una copa. La mirada guardada en el cuarto sucio de su pasado. Un bigote manchado atestigua un esplendor de otras épocas. Y yo, Don Tancredo de barra, me siento absorbido por el vórtice de su desdicha, mientras le doy vueltas al caldo de mis pensamientos. Balbucea palabras mudas. Quizá lamentos, reproches. En los hombros nevados la pesada carga de la culpa, ajando las clavículas. De vez en cuando un sorbo, tembloroso, taciturno, a la vez que se esboza un "puchero". Circunstancias que aprietan, años oscuros, piscinas de alcohol, retretes inmundos inundados

NAVALCARNERO

Serían las once y diez cuando nos subimos al coche. Como siempre, el día anterior busqué entre el puñado de pueblos de Madrid y decidí cual sería nuestro próximo destino: Navalcarnero. Nunca antes me había acercado por allí. La idea que he tenido siempre de ese pueblo era la de una población medio toledana, medio madrileña; de tamaño medio, de condición insulsa y vino peleón. Nada más lejos de la realidad. Navalcarnero es un pueblo civilizado, limpio, cuidado, del siglo veintiuno. Conserva de pueblo el nombre y el paisanaje, las tiendas y la plaza mayor, el ayuntamiento viejo y la cooperativa. Nada más. Salvo una "oloreta" fugaz de aroma de leña, lo demás transmitía el olor discreto de cualquier ciudad. " Y como en cualquier sitio donde se asoma el turismo todo rincón es lo mismo museo nuevo, mesón y oficina de turismo" Toditas las puertas nuevas, el adoquinado perfecto, los letreros de las calles impolutos, y un ayuntamiento nuevo a media distancia entre la sede de

Mucha luz para mis ojos

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No somos nada. Ni siquiera el polvo de nuestros posteriores lodos. Alma intengible quizá, y ni siquiera eso huele a verdad. Lo que quiero es disfrutarte aquí y ahora. Percibir el mundo que me pones delante con tus ojos. Fabricas realidades y yo las experimento. A veces quedo cegado por tu sencilla forma de querer, por tu pose sin recovecos, por tu trapío, certificado intachable de la ausencia de máscaras. Luz que me ciega, me postro y me rindo. Aspiro a poder dividir ese chorro de vida en los colores vivos de nuestro futuro. Soy un prisma imperfecto y dia a dia, voy tallando mi espíritu para no desperdiciar ni una gota de tu esencia. Recibir no es mi papel. Soy Yang fogoso, pura carne de cielo. Pero ¡quien se niega a tan turbadora dicha!.

SURCANDO TU PIEL

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Subiendo por la curva del deseo rincón de soberbia arquitectura conquisto la verdad de tu cintura regato de los brazos de Morfeo Piel de viento en aromas de hermosura trazo amable, piel nevada y camafeo dedos que al navegar cargan trineos deseos que florecen sin premura Doblo esquinas de puro gineceo terso manto de seda sin tonsura fértil campo de espigas en cimbreo vergel son del amor de mi locura .

El himno.

Si no estamos hartos ya de monsergas, ahora los medios de comunicación-atontamiento, los partidos políticos y las tertulias de medio pelo han puesto encima de la mesa el tema de ponerle letra al himno de (perdón) España. Por descontado que hay cosas mucho más importantes de las que hablar, pero este tema me parece tan súmamente hortera y chorra , que no tengo por menos que gastar unos "bytes" de éste mi blog para pegar unos mandobles a tan peregrino asunto. En primer lugar, a priori, ¡Qué tiene de malo un himno sin letra! ¡Qué pecado ha cometido, pobre de él, si no se parece a los demás, si es pura melodía y no se deja ensuciar por gargantas desganadas! Malos tiempos corren cuando se tiende a que todo tenga la misma tapicería, a que las cosas huelan a plásticucho, tomates insulsos de la modernidad. Comité de sabios al canto, reuniones protocolarias por aquí, grupos de trabajo por allá, y el taxímetro del dinero público dando vueltas, que no es dinero de nadie. Segunda reflexi

ANTONIO BREVA

No quería que llegara el lunes. Así se lo dije a mi amor el domingo. No quiero que llegue. Las razones eran tan peregrinas, a la vista de lo que luego ha pasado, que parece que el destino se escondia bajo un manto de nimiedades. Ha muerto Antonio. Una persona que navegaba por este mundo con lo puesto. Un pozo de sabiduría, autodidacta a machamartillo, irónico, sagaz, bueno por naturaleza. Ni las pérfidas agujas del destino, ni los reveses del desamor, ni la lucha diaria borraron su risa socarrona, su lengua libre y republicana. Un puñado de amigos le quedaban. Compañeros de trabajo era todo lo que tenía y algún otro colega de profesión que solícito le cuidaba. Porque lo demás se le había quedado en el pasado. La mitad de su alma, el amigo que recuperó en el último recodo de su existencia, Pedrín, también se lo robaron hace un tiempo. ¡Cuánto peso para su maltrecha espalda!. La soledad era su amiga, los libros su manantial, los recuerdos, quizá, su penitencia silenciosa. Las noches en l