Entradas

Mostrando entradas de abril, 2008

Arreando estopa dirigida

Sí. Es tanto lo que me dicen y me sugieren que me voy a ofrecer a ello. Busco, como decía el otro, un centro de gravedad permanente, asi es que, pídanme lo que quieran; rocigalgo2006@hotmail.com tiene la culpa. Asi es que arriendo mi pluma y la mano de obra para todo sobre lo que haya que decir algo. Me caso. Y parece que desde que el gusanillo de la charanga, la fanfarria , el arroz crudo, la mascletá de rigor, la cuchipanda de diseño y la brisa amable de Gandía me aguardan en el futuro ningún toro me da miedo. ¡A mi hasta las vaquillas con resabio! ¡Echadme un galgo que le restriego la muleta por el hocico! Me atrevo hasta con los cabestros tipo Bono, esos que te meten el cuerno y luego dicen que se estaban espantando las moscas. Me sugirieron el chiqui-chiqui, Moratinos, sobre Zapatero y su gobierno de broma, sobre los malos tratos y sus modas, del tráfico, de Madrid 2012. Pero no me llenaban el ojo. Pero quien sabe, puede que mañana mismo me ponga con ellos. Ahora mola eso de deci

ESCENAS EN UN PARQUE

Imagen
El tiempo venía revuelto, y su hija le abrigó bien antes de que saliera de casa. Hacía tiempo que no se ponía ese abrigo recio, pasado de moda, pero eficaz como ninguno contra el relente que se cuela hasta los huesos en esta época del año. Funcionario jubilado de los tiempos en que el color gris era el tono de pantoné oficial. Cuarenta años gastados frente al carro de una olivetti acorazada que marcó miríadas de papeles con otros tantos ríos de tinta negros, impersonales. Viudo desde hace diez años. Los únicos recuerdos de su mujer cabían en una pequeña caja dorada que guardaba en la mesita de noche, prestada, en la casa de Matilde, su única descendiente. Como todos los días, bajaba al parque de un barrio artificial, una ciudad dormitorio cualquiera que, para él, era casi cementerio. No había nada que le uniera a estos árboles, ni a estas calles, ni a estas gentes. Atrás quedó su casa en el corazón de Madrid, donde todo también ha perdido aquel olor a puchero, al arenque de ultramarino