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Mostrando entradas de julio, 2009

Incendios de España

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Una España que incendia la otra. Una orilla de España que siempre te helará el corazón. Las dos frases adaptadas de dos españoles que bajaban la cabeza, exhaustos: Larra y Machado... a veces, no queda otro remedio que el exilio, voluntario y resignado. España arde y presenciamos el bulle-bulle de los aviones, de los retenes de incendios, de la gente que se queja. Qué hastío! Apago el televisor. Me asomo al balcón, España arde, es verano. España entera arde en su mediocridad estival. Los vecinos huyen de sus casas para ir de vacaciones, se meten de lleno en el incendio del mediodía, y cargan sus coches con pesadísimas impedimentas, les arden los pies, por el asfalto, España entera arde. La subclase política se regocija ante los micrófonos. Proyecta su ardiente odio a diestra y a siniestra, según toque; les queman los billetes en las manos, los meten en el bolsillo para apagarlos. La televisión misma está caliente. Fuego en los cuatro puntos cardinales de esta piel de toro desollada y ch

Gregorio Marañón

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Dicho así, nos viene a la mente el hospital de la calle Doctor Esquerdo. Pero Gregorio Marañón fue un "galáctico", un "crack", por emplear el lenguaje del común. Devoraré algún día un suntuoso despacho con las fotos de todo aquel que haya supuesto una honda reflexión en mi vida. Mozart, Beethoven, Ortega ( no el del bar), Miguel Angel (no el de Ascensión), Unamuno, y un largo etcétera. Gregorio Maráñón debe ser uno de los que escolten mis sesudas cavilaciones cuando esté enfrascado en algún asunto que me ocupe. Médico, ensayista, científico, escritor, literato... y disponía de las mismas horas del día que el resto de los mortales para llevar a cabo todas estas ocupaciones, amén de guardar algunos ratos, como es menester, para atender a la familia o darle rienda suelta a algún vicio que otro, que supongo que como buen mortal tendría. Al hombre justo todo le está permitido, y si su mente puede llegar a la excelencia en terrenos tan dispares, entonces le sería perdonad

Tú que vienes, ajeno a todo.

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Vienes sólo. Sin saber donde parará tu tren, en qué estación te vas a apear. Surgiste de la nada como un "terminator" inocente, purísimo. Tu ignorancia me abruma, me maravilla; es óbice para sentir que, aunque no eres más grande que un celular, me siento yo más pequeño que nada en el mundo, comparado contigo. Me siento colmado, pleno, perplejo ante la idea de que he contribuido a traerte aquí. Yo, que a duras penas acabo un proyecto. Sí, yo, campeón de las imperfecciones. Yo mismo, en efecto, con más costras que un chaval en verano. Y esto no ha hecho nada más que empezar. Si ahora no puedo quitarme tu imagen difuminada de mi cabeza, qué será cuando te espere en el andén a que llegues. Mientras esté a la altura del acontecimiento me sobra. Tu sola presencia, tan cercana y tibia, me arroba. Cuando te mire, ya te admiraré, sin que medie una palabra.

Mendicidades.

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Es un naufragio. Maderas sueltas, rotas. Deriva... Es todo lo que tiene para pasar el cuarto de existencia que no sabe si apurar o malgastar. Me lo ha dicho esta mañana, enmarañado como estaba en su mugrienta nube de alcohol. Chafarrinones, medallas urbanas en su abrigo roto.Parece vivir en un mundo paralelo, que lo aprisiona de piel hacia adentro. Fuera está este otro mundo, donde los demás le miramos como bulle con sus moscas y sus trozos de pan: - No hago otra cosa que intentar mirar a la gente, a ras de acera, aunque tengo las pilas oxidadas, las pilas que me marcan el paso de la tos, ja ja- y se rie mientras tose el condenado. - Me tumbo y los veo pasar hasta que desaparecen por la rodilla... cof, cof - Está tumbado de lado, en posición fetal, y dice que la gente le desaparece por la rodilla... desvarios, maderas sueltas, deriva... -¡Me cago en tó! Ya se me ha vertío el vino!- Se deja llevar por la mañana. Permanece quieto, inmisericorde con todo aquel que desaparece detrás de la

No sé por qué...

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Desvaríos, contrastes, vaivenes, sinrazones tiene la vida. En el sitio más insospechado y tranquilo nos encuentra el destino una muerte temprana. Como ha sido la tuya, Alfredo. Y eso que me aguantaste todas aquellas tardes pinchando rockanroles. Siempre tenías una ratonería con la que dibujarnos una sonrisa. Humor ténue, sin estridencias, tal cual eras tú. Lejanas quedan ya las visitas que mi mente hace al pasado, con motivo de tu recuerdo. Olor a papel de tebeo, papel viejo y polvo de desván. Allí descubrí la lectura, la concupiscencia, y a un amigo que nunca, (nunca) tuvo un gesto agrio. Aromas a calor de verano cuando subía a la casa de tu madre, que era la tuya, que era la mía, pues así me hacía sentir cuando llegaba, abria la puerta y enchufaba mi televisión, que era la tuya. Si eso no es cercanía, calor familiar... Cuantas veces habrá contado el Nani, aquellas tardes irrepetibles, en las que trabajar contigo era disfrutar hasta que se ponía el sol por la valla del camposanto, que