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Mostrando entradas de mayo, 2011

¿Por qué?

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Esto no es Mouriño. Esto intenta ser poesía. Por qué, ni siquiera, el roce de la mirada por qué ese ignorar tan hondamente profundo… Por qué los negros párpados del desdén en ojos caídos que no quieren ver pero que tanto hieren… ¿por qué? Si permanezco quieto, por no turbar el aura de tersura que proyectas si contengo el aliento para que solo respirar no te haga dudar, lo intento… Reacciono, cuanto tu pasar no es pasar que es honrar el instante que nos recoge entonces aparezco, en la nube tímida del tabaco en un parque, en la esquina ajada, y te hablo con la lengua entrecortada mental, valiente, a ráfagas y me presento, de puntillas en tu universo y ni siquiera entonces coincide, mi cara resuelta en tu revés; Anverso de luz en tu ojeada simple sin que tus párpados se rocen en mi ¿Por qué?… Tanta esencia derramada, tanto dolor tan profundo este doler y décadas de aullar hasta que pasa martilleando una pregunta dura la incógnita congelada , fría Si tener aun el universo me bastara me rep

Fogonazos mentales de un perdido

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Una sábana perfecta, de esas que no conozco, un chorrito de luz diseminada, una pluma para darle empaque a la tarea y un motor dubitativo que respira y suspira. –Piensa algo original, divaga – me viene, y se ilumina un “…con un mono de intentar en la mirada”, y se me queda grabado como la luz que se pega y no viaja. Siempre me he movido por impulsos, a oleadas. Mal asunto. Dependo de la marea repentina de una palabra o de una imagen que desentona y se torna en sepia para mí, formando una isla de interés por explotar. Huyo como un furtivo de los calendarios y de las tareas programadas, me desesperan sus rígidos corsés, inmisericordes. “Un mono de intentar en la mirada”, el caso es que no suena tan mal, aunque tenga cierto tufo a vulgar ese mono que no es un ser vivo precisamente, sino una funda azul que ponerse para sacrificar en el tajo unas letras y fabricar un buen muro de ideas, si eso basta, o una vivienda corriente, con algún cuartito que otro, menuda licencia. ¿Una casa algún dí

El hilo y la distancia

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Un relato escrito en una hora y ante el Tribunal... Era primera hora de la tarde, un momento de especial sosiego en aquel pacífico pueblo meridional. Mi mano recogía la suya con especial cariño; yo diría que con devoción. Sus pequeños ojos buscaban el nido de los míos, dejándome pequeñas ráfagas de cariño y agradecimiento. Mi tía Leo. La que tantas veces me ofreció sus manos para que pudiera dar los pasos de una niña, titubeantes. Ella, que siempre nos esperaba en su casa de Madrid, con la cazuela humeante; ese caldo gallego, Dios mío. Ahora me veo yo, como por la ventana del tiempo, fijándome en sus ojos, tan vivos como los de ahora, aunque estén, temerosos, a un paso de la muerte. Hace calor. La chica que nos ayuda con sus cuidados ha salido un momento, y yo aprovecho para ordenar un poco la habitación, improvisada, abigarrada de trastos, de frascos, de olores. Mi tía descansa, serena, desprovista de cualquier dolor, salvo los del alma y el desánimo. En este momento, ahora mismo,